Presentación

1 de septiembre de 2014

Artículo "Del Génesis Al Éxodo"


Frecuentemente se oye hablar de la necesidad que suponen los tiempos modernos de mudar el sistema educativo, es decir, la manera como son educados los niños y jóvenes en valores éticos fundamentales para la vida en sociedad y el modo en que son adquiridos los conocimientos que conforman las bases para un “seguro” éxito laboral. Pero, ¿somos nosotros (los maestros) realmente responsables de brindar ese conocimiento, tal como se piensa desde que se implementaron los primeros modelos educativos?

No, básicamente no lo somos. Y esto, aunque sea difícil de asimilar para quienes crecimos con un modelo de educación magistral, jerárquico y vertical, es una realidad que día a día se hace más evidente en las poblaciones de estudiantes que son lanzados a su suerte cada año en las ceremonias de graduación de los colegios, como si de toros en San Fermín se tratara. Algunos con ideas vagas de sus metas y objetivos; y otros, menos afortunados, salen a titubear por la vida sin noción mínima de lo que son capaces, o para qué son buenos.

De este problema, sabemos tres cosas. Primero, es real, constante y afecta a la gran mayoría de estudiantes, para comprobar basta acérquese a un grupo de estudiantes que curse su último año de educación secundaria y preguntarles sobre sus metas personales y sus aspiraciones. Se dará cuenta que la mayor parte tiene poca claridad sobre lo que quiere estudiar en la universidad, incluso, si desean hacerlo. Segundo, es relativamente reciente; y no me refiero a que sea enteramente nuevo o que haya aparecido en el último mes. La duda en este ámbito tal vez se haya presentado en cierta parte de las generaciones pasadas, pero recientemente se ha hecho más notoria y evidente, y ha afectado a mayor número de personas. Y esto, me atrevo a sugerir, es por la creciente información a la que están sujetos los jóvenes en contacto permanente con la tecnología. Es decir, antes las opciones de vida se reducían a tradiciones familiares, profesiones u oficios clásicos, no por ello menos valiosos, pero sencillamente era más fácil adaptarse cuando habían menos opciones para escoger. Y tercero, se debe al modelo global de educación, el cual responde a unas necesidades sociales y económicas distintas a las actuales. Es en esto en lo que quiero enfatizar, pero antes, y para poder entender realmente qué está fallando, permítanme hacer un breve “flashback” al génesis de las escuelas, y al surgimiento de la educación como la conocemos hoy.

La idea de crear un espacio físico donde la mayor cantidad de personas posibles sean educadas nace con la revolución industrial y sus grandes impulsores. Al ver la necesidad de una mano de obra dócil y obediente, los mismos propietarios de fábricas y empresas proponen una educación obligatoria para todos, incluso financiada en parte por ellos mismos.
Los diferentes gobiernos, al ver el inmenso beneficio que suponía el hecho de que las empresas generaran más ingresos y sobre todo, que pagaran más impuestos (ya fuera por producción, comercio o exportación) apoyan la iniciativa, dando inicio a un primer modelo educativo que con un análisis consciente, se revela más como un proceso de adiestramiento que de educación misma.

Ahora ¿por qué entonces este modelo está fallando, si en aquel entonces dio resultado?
Esencialmente, porque las condiciones sociales que demarcan la época son distintas. El mercado ha cambiado, con ello la economía y la sociedad misma. Y la educación no ha sabido cambiar al mismo ritmo en que lo ha hecho la vida en el planeta.

Todo bien con eso pero, ¿por qué si la época industrial acabó hace tanto tiempo, el problema se hace más evidente apenas en la última década?
Si bien la sociedad en doscientos años ha cambiado notablemente, los parámetros que demarcaban lo que las personas hacían y sobre todo, el modo en que lo hacían, se mantuvo estable entre los años 1850, cuando la actividad industrial está en el punto máximo desde su implantación; y 1950, cuando los avances tecnológicos comienzan a liderar la profunda transformación de las telecomunicaciones que resultarían en lo que hoy conocemos. Me refiero a que para una persona promedio de aquel entonces, su vida estaría de uno u otro modo guiado por los estudios escolares, es decir la alfabetización e instrucción básica y el posterior empleo en una de tantas empresas del sector industrial. Y como punto fundamental, el modo en que se adquiere el conocimiento no varía en la más mínima forma durante este periodo de tiempo.

Ahora, es importante destacar que el cambio en estas formas de aprendizaje no es totalmente repentino, sino creciente. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, recordemos: 
  • Entre el inicio de la mensajería a través de palomas mensajeras (Aprox. 1600 A.C.) y la patente del telégrafo (Morse, 1837) hay alrededor de 3400 años.
  • Entre el telégrafo y la aparición del Fax (Western Union, 1925) hay 88 años.
  • Entre el fax y las primeras transmisiones de datos entre computadoras (Aprox. 1950) hay más o menos 20 años.
  • Entre dichas transmisiones y el ARPANET, el antecesor del internet (1969), hay unos 19 años.

Pero, ¿Qué tiene que ver esto con el aprendizaje y la enseñanza? Bueno, al cambiar el modo en que las personas se comunican, cambia el modo en que pueden adquirir conocimientos. Antes, era necesario ir hasta donde los sabios, eruditos y ermitaños para aprender sobre un tema particular. Ahora, basta encender el computador y teclear un par de caracteres para acceder a bibliotecas enteras, enciclopedias virtuales y contenidos multimedia sobre los mismos temas. Con este nuevo modo de aprendizaje, más rápido y dinámico, las generaciones de jóvenes y niños que crecieron a la par de las telecomunicaciones (también llamados “Nativos Digitales”) cambian su percepción sobre las metas y logros que han de tener en su vida futura, descubren nuevos talentos, nuevas carreras, nuevos oficios. Esto causa ese frenesí  de información y conocimiento que conlleva a que el sistema educativo falle, no por malo, sino por obsoleto. Y de igual manera y por las mismas causas, falle la labor del maestro tradicional, apostado a ser él quien imponga lo que los estudiantes deben o no aprender.

¿Recuerdan la pregunta del principio? ¿Esa sobre los maestros y el conocimiento? Bueno, haya sido resuelta. Las condiciones en que se desarrolla la labor del docente han cambiado, y con ellas también cambiaron las necesidades a las que responde dicha labor.

Ahora pues, no sólo presenciamos un tiempo donde se vive una migración masiva de información, que pasa de los medios físicos a los virtuales. Sino un éxodo en la percepción que se tiene sobre el aprendizaje y la labor educativa, que pasan, ambos, de un paradigma a otro. 

Y entonces ¿Cuáles son los horizontes que debemos seguir en este éxodo?... Es algo que aún queda por preguntarnos.


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